* Comunicado del Partido Comunista de México.
En los últimos días, de manera sensacionalista, los medios de comunicación han resaltado la postura de López Obrador contra el bloqueo a Cuba. Entre las fuerzas reaccionarias y anticomunistas –minúsculas pero escandalosas- se levanta la alharaca de que este es un gobierno “socialista”, y en un sector de partidarios de la socialdemocracia y el progresismo, sobre todo aquellos qué en el pasado luchaban por el socialismo al que hoy han renunciado para dar su apoyo acrítico al gobierno capitalista de Obrador, se pregonan ilusiones de un giro antiimperialista. Ambos enfoques son equivocados: Ni obrador tiene que ver con el socialismo o comunismo, ni tampoco hay un giro antiimperialista.
La cuestión de Cuba, ha sido en los últimos sesenta años, un punto que ha permitido a la burguesía mexicana una mascarada de “progresismo” e “independencia” mientras se aplicaba en el interior del país una política de choque contra la clase obrera y los campesinos pobres, mientras se reprimía y asesinaba a quienes luchaban por los intereses populares, mientras se desarrollaba a toda velocidad políticas de concentración y centralización del capital.
Se ha recordado que el Gobierno Mexicano fue el único que no rompió relaciones con Cuba cuando se dieron las presiones de EEUU contra los gobiernos de América Latina para aislar a Cuba, y expulsarla de la OEA. ¿Qué gobierno fue ese? El de Adolfo López Mateos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1958-1964. No solo no rompió relaciones con Cuba, sino que en la ONU tuvo un papel destacado al denunciar la agresión militar de EEUU contra Cuba en Playa Girón. Pero al mismo tiempo se reprimía al campesinado mexicano, a los trabajadores ferrocarrileros, a los trabajadores de la educación, y también asesinó a Rubén Jaramillo, Epifania Zuñiga (embarazada) y a sus tres hijos, militantes del Partido Comunista. Además a diferencia de Obrador, López Mateos llevaba adelante una política de nacionalizaciones, como la de la industria eléctrica. Pero sus gestos a favor de la soberanía de Cuba no fueron interpretados entonces por los comunistas y revolucionarios como un elemento al que tuviera que subordinarse la lucha de clases, esta no cesó y se acentúo. Así los gobiernos posteriores de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, inalterablemente mantuvieron esos gestos con la Revolución Cubana, mientras en México se llevaban adelante masacres en Guerrero, Chihuahua, la del 2 de Octubre de 1968 en Tlatelolco o la del 10 de Junio de 1971. Inclusive durante el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari, donde la gestión capitalista basada en la economía nacionalizada, esto es el keynesianismo, llamado en México “desarrollo estabilizador” fue sustituido por las privatizaciones, desregulaciones y retroceso a los derechos sociales, esto es la gestión neoliberal, se mantuvo la política estatal proclive al respeto a Cuba, promoviéndose el foro de las Cumbres Iberoamericanas a partir de Guadalajara en 1991, en la que el Comandante Fidel Castro expresó: “por primera vez nos reunimos sin que nos convoquen otros”, como un contrapeso político a la OEA, al mismo tiempo que se privatizaban 1100 empresas públicas y que se implementaba una reforma constitucional para despojar de sus tierras a los campesinos y se asesinaba a centenares de cuadros políticos y sociales del campo democrático.
Podemos decir que salvo en los sexenios panistas de Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012) caracterizados por la ruindad y el servilismo, la política exterior de la burguesía mexicana tuvo siempre como sello esos gestos contra la intromisión norteamericana a la soberanía de Cuba, explicable esto porque se trata de una fuerte carta favorable en la propia relación bilateral con los EEUU. También los gobiernos emanados del PRI, en función de los intereses abrieron la puerta, hasta cierto punto a las insurgencias de Nicaragua, El Salvador, Guatemala, sin dejar de responder con ello a las propias relaciones de interdependencia con los EEUU, e igualmente se dio un fuerte impulso al Movimiento de los No Alineados. Ello no hizo de ninguno de los mencionados gobiernos, y tampoco del de Obrador, un gobierno antiimperialista. Y por el contrario les permitió presentarse como gobiernos “populares” sin serlo, solo por esgrimir la bandera de la “no intervención y autodeterminación de los pueblos” mientras aquí se explotaba y se reprimía, se secuestraba y desaparecía a los comunistas y se llevaba adelante la Guerra Sucia, se cometían fraudes electorales, se restringían los derechos democráticos. Esos son los hechos de la historia.
Veamos ahora, tras esa fachada que es lo que hay en política exterior que si caracteriza y determina a López Obrador como Presidente de México:
-Los acuerdos Pompeo-Ebrard, ratificados por la gestión de Biden-Harris de convertir a todo México en un muro antiinmigrante, con la utilización de la Guardia Nacional y del Instituto Nacional de Migración, política aplicada con dureza contra los trabajadores migrantes de Centroamérica y Haití, lo que significó un aumento de detenciones y deportaciones hasta en un 204% con relación a gobiernos anteriores. Además del rostro feroz de la política antiinmigrante, también Obrador busca blanquear esta política promoviendo y siendo portavoz de los programas de EEUU para contener la migración en El salvador, Guatemala y toda América Central.
-La participación en la negociación y ratificación conjunta Trump-Obrador de una nueva versión del TLCAN iniciado en 1994, ahora renombrado como Tratado México-EEUU-Canadá (TMEC o USMCA), que es un acuerdo económico y comercial de carácter interimperialista, benéfico a los monopolios y las burguesías de los tres países de América del Norte, y que tiene como característica nueva una serie de restricciones a puntos por donde se filtraba la industria y comercio de China, esto es el TMEC no solo ratificó su carácter imperialistas, sino que lo alineó en la disputa económica y comercial entre EEUU y China. Otra característica del T-MEC es el camino para hacer del movimiento sindical en México una extensión del movimiento laboral de la AFL-CIO, ideológicamente en la lógica de la colaboración de clases, y subordinado a la patronal.
-Como todo gobierno que administra los intereses de los monopolios, el de Obrador da plenas garantías a la plutocracia mexicana, a los monopolios para obtener superganancias y exportar capitales, en América Central y América del Sur, convirtiéndolos en punteros de varias ramas de la economía imperialista internacional, tales como la telefonía móvil, la minería, la industria de la construcción, la alimenticia, y el capital financiero.
-Se trata pues de un gobierno antiobrero y antipopular, donde a pesar de esa demagogia y retórica “antiimperialista”, en realidad hay una correspondencia entre su política interior y la exterior, como lo demuestra la esencia de su posición ante la CELAC, que a continuación exponemos.
Obrador procuró a lo largo de su carrera política abstenerse de pronunciarse sobre asuntos internacionales, guiado por el pragmatismo. Durante la campaña electoral del 2018 esbozó su política exterior al convertirse en promotor de una reedición de la Alianza para el Progreso de la Administración Kennedy, que tenía como objetivo aislar y derrotar a la Revolución Cubana. En un principio Obrador la acotó a Canadá, EEUU, México y América Central, sin embargo ahora la propone extendida a toda América en similitud con el proyecto de Bush Jr., el ALCA, que naufragó por la resistencia popular de los pueblos, y por tres factores políticos que fueron parte de esa resistencia: la Revolución Cubana, la insurgencia armada de las FARC-EP en Colombia, y el proceso político venezolano.
Es un acto demagógico sin par querer presentarse como adalid “antiimperialista” y de contrabando colocar como proyecto el de la integración imperialista del Continente, mezclándolo con el modelo de la Unión Europea que es una unión contra los pueblos y la clase obrera.
La integración imperialista de América Latina y el Caribe es una apuesta encabezada por EE.UU. y México en aras de sacrificar a todos los pueblos del continente en beneficio de sus monopolios, de mayor envergadura, así como de un pacto que implica mayores desarrollos y cuotas de ganancia para las burguesías de los países participantes. Así se encara también la presencia, la penetración de capitales, por parte de China. Para todo ello se realiza una tenaz labor de ingeniería que pretende limar las pugnas interburguesas al tiempo que busca entrampar a los pueblos en su propio perjuicio e imponer un renovado ciclo de acumulación capitalista.
Esa es la esencia de la cuestión, y lo demás palabras sin valor.
Por tanto, los comunistas, desarrollaremos con más ímpetu la solidaridad con la Revolución Cubana, entre los trabajadores, no solo contra el bloqueo sino en defensa de las conquistas socialistas. Que fortaleceremos nuestra actividad para la organización y lucha en solidaridad con los migrantes. Y nos opondremos a cualquier proyecto de integración continental que tenga un carácter interimperialista, a una suma de Estados capitalistas, ecuación que solo puede tener como resultado más explotación para los trabajadores y hambre y miseria para los pueblos.
¡Proletarios de todos los países, uníos!
El Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de México
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