*Por Humberto Zmbon, economista, miembro del Club de Cultura Socialista, Neuquen, Argentina*
Después de muchos años de tratativas más o menos secretas, sin participación de organizaciones de la sociedad civil, sindicatos ni organizaciones empresarias afectadas, y sin un debate interno que clarifique a la opinión pública, el gobierno anunció, eufórico, que se había firmado en Bruselas el acuerdo de asociación estratégica entre el Mercosur y la Unión Europea.
En qué consiste el acuerdo
Para Europa se abre el mercado sudamericano para sus exportaciones industriales, con una baja importante de los aranceles, incluyendo automotores y accesorios, maquinarias, textiles, calzados, vinos, licores y refrescos. Las empresas europeas podrán participar de licitaciones públicas y en las construcciones. Hay extensión en las patentes farmacéuticas y agroquímicas y protección para el uso de términos geográficos (comprende 357 regiones; no podremos utilizar nombres, como muzzarella, parmesano, champaña, etc.); además, habrá facilidades para que las naves europeas naveguen en mares y ríos del Mercosur.
Para el Mercosur se autoriza la exportación limitada de: carnes congeladas, con un cupo anual de 99.000 ton (toneladas) a llegar en 6 años (arancel 7.5%); arroz, con un cupo de 60.000 ton sin arancel a 6 años; carnes de ave, 180.000 ton sin arancel a 5 años; azúcar, 180.000 ton sin arancel; miel, 45.000 ton durante 5 años (luego libre). Se establece la posibilidad de exportar frutas, pescado, hortalizas, plantas y tubérculos sin cuotas a partir de 4 a 10 años, sin arancel, pero sujeto “a los estándares de seguridad alimenticia europeos”. Se establece que “las autoridades europeas podrán actuar para proteger la salud humana, animal, vegetal y ambiental”; hay que recordar el uso y abuso que se hacen las potencias hegemónicas de estos riesgos, reales o imaginarios, como herramienta de política proteccionista.
En resumen, se abre el mercado regional sudamericano a los productos industriales europeos a cambio del acceso de cupos de exportación, con fuertes restricciones sanitarias, de productos primarios; además, se incorporan privilegios para las patentes europeas, lo que afecta nuestra industria farmacéutica, y se abre el mercado a la competencia de empresas europeas en la construcción y en licitaciones de obra pública.
No se trata de un acuerdo equilibrado, sino que es, directamente, abusivo en favor de Europa. Jean-Claude Juncker, el titular de la Comisión Europea, tiene razones para festejar: "El Mercosur decidió abrir sus mercados a la Unión Europea. Esto es grandioso para las compañías", afirmó.
La consecuencia del tratado es la desaparición de la industria nacional, tanto por la pérdida del mercado interno debido a la avalancha de importaciones como por la pérdida, también, del mercado brasileño y del resto del Mercosur, principal destino de nuestras exportaciones industriales, por la misma razón. Significa la reprimarización de la economía, la vuelta a un siglo atrás.
Por qué la industria
En 1949, recién finalizada la segunda guerra, un economista holandés -Verdoorn- se dedicó a estudiar la reconstrucción industrial de su país y verificó que la tasa de crecimiento de la ocupación industrial era aproximadamente la mitad que la tasa de incremento de la producción industrial. Por ejemplo, si la ocupación manufacturera venía creciendo al 4% anual, la producción lo hacía al 8%. El cociente entre ambos porcentajes (que en nuestro ejemplo da 0,5) técnicamente se lo denomina elasticidad empleo-producción. Luego este economista pasó a estudiar otros casos en diversos países y encontró la repetición del mismo fenómeno, con resultados que variaban entre 0,41 y 0,57, con un valor medio aproximado a 0,45. Estas cifras indican que el crecimiento industrial estaba acompañado por un importante aumento de la productividad o, desde otro punto de vista, significa que la industria presentaba rendimientos crecientes a escala: al aumentar la ocupación industrial, el aumento de la producción es más que proporcional.
En 1966 Nicholas Kaldor, un importante economista británico (aunque nacido en Budapest pero nacionalizado y educado en Inglaterra), rescató el trabajo de Verdoorn y lo formalizó en lo que se conoce como leyes de Kaldor:
1ª Ley: Cuanto más rápido crece la industria, más rápido crece la economía en general.
2ª Ley (que llamó “de Verdoorn”): A mayor crecimiento industrial, mayor crecimiento de la productividad del trabajo (aprovechamiento de las economías internas y externas, y del progreso técnico).
3ª Ley: Cuanto más rápido sea la expansión del sector manufacturero, más rápido será la transferencia de trabajo desde otros sectores (como la agricultura) y mayor será la productividad general de toda la economía.
Según Kaldor, el progreso técnico y el desarrollo económico son un proceso circular y acumulativo. Para él, los países desarrollados alcanzaron ese estatus mediante la industrialización, mientras crecía la brecha entre esos países y los de la periferia: sin industrias manufactureras en expansión no hay desarrollo. Sería imposible un proceso de modernización y desarrollo basado exclusivamente en las actividades primarias.
Qué va a pasar
El acuerdo requiere de la aprobación parlamentaria en Europa y en los países del Mercosur. Sus cláusulas hacen recordar al ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas) que, con consecuencias similares, mataba a nuestras industrias en favor de las norteamericanas, y que dio origen a una resistencia popular generalizada en todos los países latinoamericanos. Es de esperar una resistencia similar en nuestros países que impidan su aprobación final. De lo contrario, no habrá futuro para las economías latinoamericanas.
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