Por Victorio Codovilla
El siguiente texto se extrae de Vigencia y Proyeccion - Breve selección de trabajos. El cual fue digitalizado a partir de la edición de Fundamentos, Buenos Aires, en agosto de 1980, al cumplirse 10 años del fallecimiento del camarada Victorio Codovilla (15 de abril de 1970).
Los comunistas, hoy como ayer, pero hoy con más fuerza que ayer, declaramos estar dispuestos a luchar en común con todas las fuerzas políticas y sociales, democráticas y nacionales, sin distinción, con el fin de cerrar el ciclo de los golpes y contragolpes de Estado y abrir una nueva era en la vida política del país, que asegure la democracia, el bienestar social, la cultura y la independencia nacional.
¿Existen las fuerzas capaces de realizar esta tarea de alcances históricos? Sí, existen y se desarrollan. Se trata ahora de conseguir que esas fuerzas luchen unidas sobre la base de una plataforma que comprenda puntos programáticos de interés común.
Nosotros creemos que las propuestas contenidas en la plataforma de nuestro partido para la lucha común contienen dichos puntos.
Tomemos, por ejemplo, nuestra proposición de formar un gobierno de amplia coalición democrática para que convoque a elecciones constituyentes sobre la base de la representación proporcional. ¿Es que esta idea no es la misma que, de una u otra forma, sostienen otros partidos y fuerzas sociales, que son partidarios de la normalización de la vida democrática del país? Es evidente que sí. Y lo será todavía más, a medida que pase el tiempo y el gobierno no convoque a elecciones. Estarán de acuerdo con ellos, también, los sectores obreros y populares influidos por el peronismo, pues a través de las elecciones tendrán oportunidad, como ya he dicho, de jugar el papel que les corresponde en la vida política nacional.
Tomemos otro punto: el del establecimiento de las libertades democráticas —de reunión, de palabra, de prensa, de asociación y huelga— y el libre funcionamiento de los sindicatos y partidos políticos. ¿Es que este punto de vista no es sostenido por otros partidos políticos y por los sectores obreros y populares influidos por el peronismo? Indiscutiblemente. Tomemos otro punto: el del reconocimiento del derecho de los obreros y empleados a elegir democráticamente la dirección de sus sindicatos, desde abajo hasta arriba, a administrar sus bienes y a elegir sus comisiones y delegados de fábrica sin discriminaciones de ninguna especie. ¿Es que este punto de vista no es sostenido por todos los obreros y por la inmensa mayoría de los partidos políticos? Es evidente que sí.
Tomemos otro punto: el que se refiere a la carestía de la vida y a la necesidad de la lucha por la rebaja de los precios de los artículos de primera necesidad y el aumento de los salarios y sueldos a los obreros y trabajadores en general. ¿Es que estos problemas no preocupan, además de los trabajadores, también a la inmensa mayoría de los partidos políticos, que claman por su solución? Es claro que sí.
¿Es que la necesidad de impedir los desalojos y asegurar la estabilidad en la tierra de los campesinos a través de la realización de la reforma agraria no es sostenida por la inmensa mayoría de los partidos? Sí que lo es. Todos hablan de reforma agraria. Lo único que se trata de establecer es el tipo de reforma agraria que puede y debe realizarse.
¿Es que la necesidad de disminuir los impuestos a los profesionales, a los pequeños y medianos comerciantes e industriales, a las empresas nacionales en general, y establecer un aumento progresivo de los impuestos a los grandes terratenientes, grandes capitalistas y empresas extranjeras no es comprendida por la inmensa mayoría de los partidos? Es evidente que sí.
¿Es que la adopción de medidas de protección a la industria y al comercio nacionales contra la competencia ruinosa de los monopolios, así como la defensa del, petróleo y otras riquezas nacionales, el mantenimiento de la nacionalización de los ferrocarriles, de la marina mercante, de Aerolíneas y otras empresas estatales, la nacionalización de CADE y otras empresas imperialistas no es sostenida por la inmensa mayoría de los partidos políticos y fuerzas sociales del país? Sí que lo es.
¿Es que el aumento y abaratamiento de la producción industrial y agrícola mediante la introducción de maquinarias modernas en el proceso de producción no es aceptado por todos los que anhelan el progreso del país? Sí que lo es.
¿Es que la orientación del comercio exterior hacia todos los países que establezcan convenios de beneficios mutuos, y no interfieran en la vida económica y política de nuestro país, no es sostenida ya por la inmensa mayoría de los partidos políticos y organizaciones sociales? Es evidente que sí. Como es evidente, también, la voluntad de que nuestro país realice una política exterior independiente y contribuya al mantenimiento de la paz mundial.
Estos puntos de vista se expresan constantemente en la prensa y en la tribuna por parte de quienes pueden utilizarlas, y responden al anhelo de todo el pueblo.
Hay dirigentes de partidos democráticos que comprenden la necesidad de la unidad de acción, pero que, dominados por estrechos intereses partidistas, o por espíritu cerrado de clase, no comprenden todavía que hay momentos en que, sin abandonar sus intereses partidarios, es preciso unir sus fuerzas a las de todos los partidos y organizaciones sociales dispuestos a luchar en defensa de los intereses generales del pueblo y de la Nación, amenazados por sus enemigos internos y externos. Por eso, se declaran contrarios a coordinar su acción con la de otros partidos y fuerzas sociales, con vistas a crear condiciones favorables para un cambio de la situación actual en sentido progresista.
Pareciera que la experiencia dolorosa del pasado no ha enseñado a ciertos dirigentes de partidos democráticos que los golpes y contragolpes de Estado, y sobre todo el triunfo de los regímenes dictatoriales anteriores, han sido posibles por la falta de unidad de acción o por la unidad incompleta de los partidos políticos y organizaciones sociales democráticos en la lucha por defender la democracia.
Muchos de ellos se oponen a la unidad de las fuerzas democráticas y patrióticas en un frente común de lucha, presentándola como nociva para los intereses de la democracia. Pero, caso extraño, también Perón se oponía terminantemente a que los partidos democráticos pudieran unirse en un Frente Democrático Nacional para hacer triunfar aspiraciones comunes. Hasta hizo votar una ley que impedía las coaliciones de partidos y fuerzas sociales para sostener un candidato o candidatos comunes en las elecciones. Y como esa posición era coincidente con la de los dirigentes de esos partidos, no se le pudo ganar a Perón la batalla en el terreno electoral.
Ahora se repite, de nuevo, el mismo error. Ciertos dirigentes rechazan toda posibilidad de coalición de fuerzas democráticas porque, según declaran, “esta es la hora del radicalismo”. Lo mismo piensan dirigentes de algunos otros partidos democráticos. Pero olvidan que si no se llega a una coalición de fuerzas democráticas y nacionales para ganar las elecciones y establecer un régimen y un gobierno democráticos, puede suceder que se forme una coalición de fuerzas antidemocráticas, y que éstas puedan ganar las elecciones e implantar, bajo otra forma, quizá la “democrática”, un régimen dictatorial. Pero, en fin, aun en el caso de que el radicalismo u otro partido de izquierda quiera ir solo a las elecciones para probar sus fuerzas, lo primero, lo esencial, es que haya elecciones, y que éstas tengan lugar sin violencia y sin fraude, y que no sean “reguladas” desde el gobierno.
Aun cuando el presidente provisional, y en particular el vicepresidente, hayan declarado que habrá elecciones libres y que ellos no apoyarán a ningún caudillo civil o militar, puede ser que esos deseos no se cumplan a causa de posibles cambios bruscos en el gobierno.
Por eso, es preciso luchar en común para conseguir, a través de una acción de masas, que se forme un gobierno de amplia coalición democrática y que sea ese gobierno el que convoque a elecciones. Solamente un tal gobierno, respaldado por las amplias masas unidas en un frente democrático nacional, podrá garantizar que las elecciones se realizarán en tales condiciones de libertad, que cada partido y cada fuerza social pueda exponer su programa y conseguir el apoyo de las masas para su realización por vía parlamentaria.
Por eso los comunistas debemos intensificar nuestra política unitaria —ser unitarios por dos, si hace falta—, seguros de que no tardaremos en tener éxito en nuestra patriótica labor. ¿Por qué? Porque la mayoría de los afiliados de esos partidos democráticos y la mayoría de la población laboriosa van comprendiendo que el camino que indicamos los comunistas es el camino de la salvación nacional. Hay hechos muy halagadores que así lo demuestran.
En las fábricas y lugares de trabajo, los obreros y empleados constituyen sus comisiones unitarias sin hacer discriminaciones de ninguna especie entre peronistas, comunistas, radicales, socialistas y de otros partidos o sin partido, para luchar en común por sus reivindicaciones económicas y sociales, y por recuperar sus sindicatos, liberándolos 'de intromisiones estatales o patronales.
Lo mismo está pasando en las organizaciones de campesinos —Federación Agraria Argentina, cooperativas agrícolas ganaderas, etc.—, donde va siendo liquidada la división artificial entre oficialistas y opositores, y donde todos luchan en común por reivindicaciones económicas comunes y por la democratización del país. Lo mismo está pasando en los demás organismos de masas: movimiento estudiantil, movimiento de las mujeres, movimiento de la paz, Liga Argentina por los Derechos del Hombre, juventud, etc., donde las discriminaciones políticas e ideológicas van siendo dejadas de lado y donde es dable ver cómo comunistas, radicales, socialistas, peronistas y sin partido conviven y luchan abnegadamente, para hacer triunfar la justa causa que defienden esos movimientos.
Estos hechos indican que crecen las fuerzas capaces de encauzar la vida del país por la senda democrática y progresista. ¿Qué es lo que hace falta, entonces, para que esas aspiraciones comunes puedan llevarse a la práctica? Hace falta coordinar la acción de todas esas fuerzas, sin exclusiones, a través de un Frente Democrático Nacional, o con el nombre que sea, pues si no se hace eso, puede suceder lo que han afirmado los socialistas en su prensa: que se establezca una dictadura militar abierta.
Nosotros marchamos por el camino democrático y, suceda lo que suceda, no nos dejaremos desviar de él. Queremos una Argentina democrática incorporada al curso democrático y progresista que sigue actualmente la inmensa mayoría de los pueblos, a pesar de los esfuerzos desesperados que hacen los sectores reaccionarios de todos los países capitalistas para impedirlo.
Hubo gente que hasta ahora pensaba, gracias a la propaganda interesada de nuestros enemigos, que los comunistas queremos conseguir nuestros objetivos a través de la acción violenta. Esto no es cierto. Afirmamos en reiteradas ocasiones, y especialmente en 1950, en la VI Conferencia Nacional de nuestro partido, que los que desencadenan las guerras civiles son las camarillas reaccionarias y profascistas de cada país con el fin de mantenerse en el poder contra la voluntad de sus pueblos. Nuestra política no basa su acción en la violencia, sino en la persuasión para lograr el apoyo de la clase obrera y del pueblo, con vistas a la conquista del poder, a no ser que, a pesar de contar con el apoyo da la mayoría del pueblo, se nos cierre el camino de la vía democrática.
De manera que nuestra posición actual es la continuación de nuestra posición anterior. Estamos contra los golpes de Estado y por una salida democrática de la situación actual mediante elecciones, y declaramos aceptar el veredicto que surja de las mismas y el gobierno elegido por la voluntad popular. Pero, eso sí, lucharemos para que se realicen elecciones efectivamente democráticas, con garantía para todos los partidos, con representación proporcional, a fin de que cada partido pueda luchar desde el Parlamento para asegurar la realización del programa expuesto durante las elecciones y, con el apoyo del pueblo, obtener su aplicación por la vía parlamentaria.
Fuente: Biblioteca del Partido Comunista
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