por A. G. Spirkin
Toda concepción del mundo, que refleja de una manera o de otra la naturaleza y la realidad social, es, al mismo tiempo, expresión de los intereses de clases y partidos determinados. En la sociedad clasista cada clase y cada partido tiene su concepción del mundo, en la cual las representaciones de una clase sobre la naturaleza en el hombre y las relaciones sociales han sido generalizadas por los ideólogos de la misma en un conjunto único. También en este sentido la concepción del mundo posee un espíritu de partido. Mientras existan las clases y las luchas de clases, no hay ni puede haber una filosofía al margen de los partidos, indiferente a la situación y a los intereses de una u otra clase. La filosofía, además de reflejar la lucha de clases, es ella misma un instrumento de esa lucha.
Los ideólogos de la burguesía, y tras ellos los revisionistas del marxismo, exaltan la neutralidad en el plano ideológico, en la filosofía, afirmando que el espíritu de partido es incompatible con la objetividad, con el carácter científico. El espíritu de partido de la filosofía, en efecto, no coincide con el carácter científico cuando expresa y defiende la situación y los intereses de las clases llamadas a retirarse de la escena de la historia y son un freno en el desarrollo de la sociedad. Al expresar los intereses de las clases caducas, la filosofía diverge realmente de la verdad de la vida, del enfoque objetivo, de la valoración científica de la misma.
Pero la filosofía es objetiva, científica, cuando es un reflejo fiel de la vida, cuando expresa los intereses de las clases avanzadas de la sociedad y contribuye a su avance.
Por ejemplo, la filosofía materialista de los siglos XVII y XVIII, que expresaba los intereses de la burguesía en ascenso —entonces era una clase progresiva de la sociedad— y luchaba contra las concepciones idealistas religiosas del feudalismo, era fiel al espíritu de partido y, al mismo tiempo, con toda su limitación, era objetiva, científica. Contribuyó al desarrollo de las ciencias y de la sociedad en su conjunto. Pero la situación cambió por completo cuando la burguesía, antes progresiva, se convirtió en una clase reaccionaria. Los intereses de esta burguesía exigen la perpetuación de la explotación del hombre por el hombre, la resistencia y la lucha contra el movimiento revolucionario obrero y de liberación nacional. Expresando los intereses de la burguesía imperialista, la filosofía burguesa contemporánea es también una ideología de partido, pero que ya no coincide con la objetividad científica, por cuanto se trata de una filosofía idealista reaccionaria que proporciona un reflejo deformado de la realidad y frena el desarrollo de la sociedad. Lo que expresa son los intereses egoístas y estrechos de la burguesía reaccionaria, los cuales no reflejan la marcha objetiva de la historia; al contrario, la obstaculizan. El espíritu de partido de los ideólogos burgueses, que luchan contra el paso del socialismo a un régimen social más avanzado, el socialismo, entra en flagrante contradicción con las leyes objetivas de la historia y deforma la marcha de su desarrollo.
En cambio, la concepción científica del mundo, al reflejar acertadamente las leyes de desarrollo de los fenómenos de la naturaleza y la sociedad, defiende los intereses de las clases que son porta-doras del progreso, a las cuales pertenece el futuro. En las condiciones actuales esa concepción del mundo es el marxismo, que es la ideología de la clase más avanzada, del proletariado, y de su vanguardia el partido comunista. El marxismo proclamó y aplica consecuentemente el principio del espíritu de partido en la filosofía, viendo en la filosofía del materialismo dialéctico e histórico un arma científica en las manos de la clase proletaria, que lucha por emanciparse del capitalismo, por el triunfo del régimen social más justo, más humano y progresivo: por el triunfo del comunismo.
La práctica revolucionaria de transformación de la sociedad hasta llegar al comunismo exige una teoría revolucionaria. Esta es el marxismo-leninismo, la base filosófica del cual la tenemos en el materialismo dialéctico e histórico. El principio del espíritu de partido comunista exige que tras la pugna de las ideas en el plano filosófico se vea, en último término, la lucha de clases opuestas, de sus intereses y aspiraciones. A lo largo de toda la historia de la filosofía, el materialismo y el idealismo se presentan como las dos orientaciones principales y opuestas, que luchan una contra otra. El materialismo y el idealismo son dos partidos en el campo filosófico. Entre ellos siempre se ha producido y se produce una lucha encarnizada. La filosofía de nuestros días, subrayaba Lenin, es tan partidista como la de hace dos mil años. La lucha entre el materialismo y el idealismo refleja siempre la lucha de las clases en el seno de la sociedad. De ordinario, esto es un reflejo de la lucha entre las clases progresivas y reaccionarias.
Ciertos ideólogos burgueses, y tras ellos los revisionistas, sostienen que los marxistas simplifican las cosas cuando dividen a los filósofos modernos en materialistas e idealistas. Pero los marxistas trazan esta división en la teoría porque así ocurre en la vida; es un hecho de la realidad misma.
El idealismo y la religión son enemigos de la ciencia. Su reflejo del mundo es infiel, deformado. Los metafísicos proclaman la inmutabilidad del orden de cosas en el mundo capitalista. Consideran que ese orden es eterno. Por ello les resulta ventajosa tal filosofía. De ahí que la clase obrera y su partido se muestran irreductibles con el idealismo, la religión y la metafísica. La religión es para la clase obrera una de las formas del yugo espiritual que pesa en todos los sitios sobre las masas populares oprimidas por la explotación. En cuanto al idealismo, es una forma particular, más sutil de la religión. Sólo el materialismo dialéctico e histórico permite emancipar a la humanidad de todos los fantasmas vacíos de la vida del más allá. La filosofía marxista es la concepción del mundo de la clase obrera y su vanguardia, el partido comunista, la base teórica de su política, estrategia y táctica revolucionarias.
La línea política del marxismo siempre y en todas las cuestiones, según palabras de Lenin, "se halla unida inseparablemente a sus bases filosóficas". Ningún otro partido que no sea el marxista ex-presa tanto objetiva como subjetivamente los intereses de toda la humanidad trabajadora. En la medida en que los intereses de la clase obrera coinciden con las necesidades objetivas de desarrollo de la sociedad, con los intereses de la inmensa mayoría de la humanidad trabajadora, en esa misma medida la clase obrera está interesada, ante todo, en el conocimiento científico de la naturaleza y de la sociedad, en la elaboración de la concepción del mundo y del método científico, que son condición indispensable para el éxito en la lucha contra el capital.
El espíritu de partido de la filosofía marxista se muestra en la aplicación consecuente de la línea materialista en filosofía, en la denuncia de todo género de intentos de suplantar el materialismo por el idealismo, la dialéctica por la metafísica, y en la denuncia de las conclusiones políticas reaccionarias a que llegan. Sólo el estudio veraz de la realidad responde a los intereses de la clase obrera, le permite fundamentar toda su actividad práctica y política sobre los cimientos sólidos de la ciencia. Por esta razón, el espíritu de partido marxista-leninista, lejos de oponerse a la objetividad científica, parte de ella. Cuando los comunistas se preocupan de observar y aplicar el principio del espíritu de partido, de lo que tratan es de mantener y desarrollar una actitud veraz ante la vida.
Fuente: Materialismo dialéctico y lógica dialéctica. A. G. Spirking. Cap 10. Pág 45.
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