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El marxismo-leninismo frente a las ideas extrañas

Por Rodrigo Ross.

La lucha ideológica es una tarea esencial del movimiento comunista. La dialéctica de clases se manifiesta en la forma de lucha política y de ideas, correspondiendo a esta ultima un papel fundamental, ya que son las ideas las que se enfrentan para persuadir a la opinión pública y las que orientan la contienda política por la conquista del poder.


Ocurre a veces que, ocupados por reivindicaciones políticas y económicas inmediatas, los militantes comunistas descuidan la formación teórica, indispensable para realizar con éxito cualquier acción práctica, o también, por consecuencia de la participación en amplios frentes con partidos de diversas corrientes, se relega a segundo plano la lucha ideológica a fin de evitar desavenencias.


Sin embargo el marxismo-leninismo es blanco de toda clase de críticas. Aunque los adalides del liberalismo le expidieron el certificado de defunción en 1989 tras la caída del Muro de Berlín, hasta hoy no han cesado de combatir por todos los medios contra la “fracasada” teoría. La detracción también discurre con los posmodernos, socialdemócratas, trotskistas y “marxistas críticos” que cubren el flanco izquierdo en la avanzada contra la doctrina marxista-leninista. El anticomunismo, en sus variedades de derecha e “izquierda”, tiene en la desinformación y la infiltración de ideas extrañas sus mejores armas. Lo que no pudo conseguir con las armas de fuego de sus grupos de tareas y ejércitos imperialistas, lo ha logrado a través del contrabando de ideas.


El enorme aparato ideológico-político de propaganda del imperialismo desempeñó un papel primordial en la lucha ideológica y guerra psicológica contra los países socialistas. Apoyándose en el hecho de que la conciencia social va a la zaga de las relaciones de producción, los círculos imperialistas, con sus centros de propaganda como Europa Libre y Radio Libertad, aprovecharon las debilidades humanas de ciertos grupos específicos. Valiéndose de las supervivencias del pasado y de la actividad de grupos disidentes intentaron, según las declaraciones del especialista estadounidense H. Speier, “convertir a la religión capitalista a los pueblos de los países socialistas”. (Psychological warfare reconsidered, 1951).


Pero a la par de la agresión externa, hizo estragos en la Unión Soviética la línea revisionista instaurada por Jruschov en el XX Congreso del PCUS en 1956. El revisionismo, corriente oportunista originada dentro del movimiento obrero, bajo el pretexto de desarrollar, revisar o corregir tesis del marxismo tergiversa sus principios, deshaciéndose de lo esencial y reemplazándolo por concepciones opuestas a los intereses de la clase obrera.


La restauración del capitalismo en la URSS y los países socialistas del este fue un proceso progresivo, una contrarrevolución subrepticia originada en la superestructura social. La política jruschovista del “deshielo” y condena al “culto a la personalidad” permitió la proliferación de ideas ajenas al socialismo en todos los campos. E. Hoxha señalaba que “bajo la consigna del liberalismo se denigró la figura de Stalin y su obra y se liquidó la dictadura del proletariado. Bajo esta consigna se abrió el camino a las reformas económicas revisionistas que condujeron a la liquidación de las relaciones socialistas de producción y a su sustitución por nuevas relaciones capitalistas. En la vida espiritual, el liberalismo se convirtió en la llave para abrir las puertas a la penetración de la cultura y del modo de vida degenerado de Occidente”. (Informe presentado al IV Pleno del CC del PTA, 1973).

Esta línea antileninista fue profundizada aún más por M. Gorbachov con la perestroika, llevándola hasta las últimas consecuencias.


La ascensión del revisionismo al poder en la URSS y los países del bloque socialista demostró el peligro que acarrea la subestimación de la lucha de ideas contra las ideologías extrañas y las influencias burguesas y pequeñoburguesas. Como efecto de la destrucción del Estado soviético, el marxismo-leninismo ha sido vilipendiado por oportunistas de toda laya. Tratándolo de dogma, de manual de recetas, se pretende ocultar los innegables éxitos de la edificación socialista bajo la dirección leninista-stalinista, se pretende ocultar que la República Popular China se ha erigido en potencia mundial inspirándose en la doctrina de Marx, Engels, Lenin y Stalin, y se intenta presentar el fracaso del revisionismo como fracaso del comunismo.


El movimiento comunista de América Latina al no realizar un análisis objetivo de las causas de este fenómeno, no ha sido capaz de brindar una explicación materialista y superar su crisis. Lejos de ello ha adoptado como propias una serie de nociones idealistas procedentes de corrientes pseudomarxistas, filotrotskistas y de filosofías reaccionarias como el existencialismo y el posmodernismo, sembrando la confusión entre sus filas.

Los comunistas deben revisar su historia y recuperar al marxismo-leninismo como arma ideológica, como doctrina científica y guía para la acción.

 

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