Por Sergio Mario Guilli.
Salió en estos días un video del dirigente español Iñigo Errejón burlándose con soberbia del marxismo – leninismo, dentro del canon establecido para el intelectual del sistema que pretenda ganarse un lugar en el Parnaso de la “progresía cool”. En ese discurso hablaba de los manuales de marxismo – leninismo como recetas de cocina para hacer la revolución.
Históricamente, las críticas al Manual cabalgaron sobre ciertos elementos de la teoría marxista que precisaban ser replanteados a la luz de los últimos descubrimientos. Todos nuestros conocimientos son relativos y cuando se los transforma en “verdades reveladas” no puede más que fosilizar nuestro pensamiento, transformarlo en un sistema cerrado y por lo tanto, tendiente a la esclerosis. Pero partiendo de esta realidad, la heterodoxia occidental del siglo XX tiró el agua sucia con el niño adentro.
El marxismo – leninismo ha cumplido un rol central en las revoluciones ¿Por qué tanto odio a una herramienta como el Manual, que nos permite divulgar estos conceptos entre el pueblo?
Quienes plantean su horror ante la “vulgarización” de una refinadísima dialéctica de la cual ellos (y solo ellos) serían los “exégetas iluminados”, terminan vendiéndonos un rancio agnosticismo y un voluntarismo idealista sazonado con referencias a los posmodernos franceses de moda. En las antípodas, Marx, Engels y Lenin, escribían claro y para los trabajadores.
En la base de tal fenómeno se halla la implacable zaranda de la academia y las editoriales burguesas, que del marxismo solo deja pasar los “sutiles adornos rojos” que permitan que las teorías burguesas se difundan entre la intelectualidad. Sin embargo, quienes deseen que el pueblo todo construya una nueva cosmovisión, opuesta a la alienación y los desvalores del capitalismo, nunca van a estar contra los manuales.
Tal es el caso del Che Guevara, a quien se lo presenta como un “antimanual”, fundamentándose en sus declaraciones contra los manuales de Economía Política de la URSS, que sostenían que los “motivos materiales” también ayudan a construir el socialismo (método de amplia aplicación hoy en los países socialistas). Pero se oculta arteramente su gran valoración del Manual de Otto Kuusinen, así como su plan para un nuevo Manual que incorporara a varios pensadores marxistas.
Durante la dictadura de Videla, en Argentina, había una propaganda en la cual un estudiante acercaba a otro el Manual de Afanasiev, diciéndole “mañana(SIC) lo discutimos”. Un tercer estudiante descubre que luego de haber leído el libro, ese estudiante caía abatido en un enfrentamiento. Luego le acercan un volante, que rechaza diciendo “yo vengo a estudiar”. A los pocos años, con la democracia burguesa, el mismo Manual pasaba rápidamente a ser el paradigma de lo “dogmático” y “tosco”. Esta curiosa coincidencia entre militares fascistas e intelectuales progresistas posmodernos nos permite reflexionar sobre el cambio de táctica contrainsurgente.
La decadencia cultural occidental está plagada de anticiencia, jerigonzas pretenciosas, especulaciones irracionalistas sacralizadas. Esos manuales hablaban de ciencia, de un universo en permanente movimiento, de conocer la realidad para transformarla. Serán los pueblos los construyan los nuevos manuales, que incluyan todo el avance del pensamiento revolucionario de la humanidad, incluyendo un espacio para una fortalecedora confrontación de ideas.
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